En la vida de hoy, cada día más exigente, las problemáticas de la sociedad y las demandas por competencias laborales cambian con rapidez y se amplían más las fronteras de los conocimientos y de las nuevas tecnologías. Esto supone unos retos a considerar para los profesionales de todas las áreas del conocimiento, entre ellos, la formación posgradual que responda a los problemas de la sociedad, que les involucre en contextos reales por los que atraviesa el país y la región, así como el desarrollo de competencias transversales como la creatividad, la innovación, el desarrollo socioemocional y la gestión profesional, entre otros.
Los cambios de contexto, conocimiento y tecnología son tan rápidos, abruptos y profundos, que cada vez se hace más fuerte la tendencia de actualización y formación permanente en el marco de una formación a lo largo de la vida (UNESCO, 2014[1]). Esta perspectiva demanda programas pertinentes que desarrollen competencias para comprender problemas existentes y nuevos, con modelos teóricos y tecnologías con base en la evidencia cuyos resultados sean apropiados por la sociedad. Estos elementos, en el mundo globalizado en que vivimos, contribuyen a mejorar la cualificación profesional en la competitividad laboral existente, que exige perfiles acordes a las dinámicas sociales, económicas y políticas del momento.
La formación a lo largo de la vida implica entonces una educación continua mediante ciclos cortos y especializados, que se cursan en el transcurso de la etapa productiva para cubrir aquellos dominios de interés de cada profesional. Para estar activos, vigentes y competitivos laboralmente a través del tiempo, se requiere volver a la universidad a cursar estudios de posgrado en más de una oportunidad; es decir, que los programas deben propiciar la actualización permanente de los profesionales con planes de estudio pertinentes para la situación real sin que signifique que sean exhaustivos en cuanto a dominio temático, pero que sí trabajen el desarrollo de competencias a través del currículo que permitan aprender a adaptarse, aprender a aprender, fortalecer la resiliencia, el pensamiento activo, la solución de problemas en equipo y la creatividad.
En este sentido, la educación superior en Colombia se ha puesto a la vanguardia con ello, pues hay una tendencia en la oferta de programas de maestría de profundización de tres periodos académicos, que se acercan en duración a los planes de estudio que se ofertan en universidades de países como Estados Unidos, Reino Unido y Alemania, entre otros. Este tipo de programas son los que responden a estas tendencias en educación.
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Autoras:
Alba Lucía Meneses Báez, María Constanza Aguilar Bustamante, Rubby Castro Osorio
[1] UNESCO Education Strategy 2014-2021: https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000231288